Todo, en este mundo, está conectado por una cosa. Latidos de corazón. De estos suaves latidos emerge la vida. De estas vidas autónomas emergen historias y de estas historias llega la alegoría. Al Descodificar la alegoría de los latidos, nos desconcierta la eminente simplicidad de la complejidad en la vida y en las cosas. Como fanáticos de música con latidos propios, nos pasamos horas y horas con nuestros oídos acordados a paisajes sonoros, in-tentando descifrar las alegorías de los chasquidos y de los cortes a la vez de intentar unir estas alegorías con nuestros latidos. Resulta en un nexo entre las alegorías espasmódicas de la música y las del oyente. Sin embargo, una tercera fuerza entra a hacer parte de la máxima. El creador: Aril Brikha.

Haga un paso en una pista llena, con Aril Brikha al mando, parcialmente escondido tras la instalación clandestina de un equipo de música, y verá como el ritmo de sus latidos cambia. En un primer momento, se acoplará a los paisajes sonoros etéreos. Luego cambiará su ritmo bruscamente para seguir el de la gente de alrededor, compartiendo la experiencia. En un tercer tiempo, virará otra vez hacia el afable Aril Brikha_la esencia de estos paisajes sonoros neotéricos cuyos ojos son igual de oscuros, cálidos, irresistibles y elocuentes que los oscilantes sonidos sintéticos en la música. Y por fin, unirá todas estas alegorías anormales entre ellas, dándoles la vuelta para convertirlas en un solo latido, una sola experiencia desde la perspectiva del oyente. Esto es la simplicidad de la complejidad.

Este sueco de origen iraní plantea el problema de la simplicidad y de la complejidad al intentar definir su propia alegoría. Un hombre sencillo, de una familia sencilla, haciendo música sencilla con resultados complicados?

Vivir la experiencia de un directo de Aril Brikha o sumergirse en los sonidos etéreos de Deeparture in Time brin-dará a cualquier oyente la posibilidad de entender estas palabras. Música sencilla con un resultado complicado.

Puesto que penetrar en los sonidos de Aril Brikha es como sumergirse en las aguas turbias del océano. Tranquilas y serenas en la superficie, pero con resaca abundante de remolinos asombrosos. Es, quizás, esta penetrante simplicidad a doble filo y el enfoque imprevisto de crear olas de sonido que hace que la música de Aril Brikha tenga esta frescura.

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